Los Minutos Cruciales en la Capilla Sixtina y el Anuncio Papal

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Alessandro Di Bussolo – Ciudad del Vaticano

La fumata blanca que emergió de la chimenea de la Capilla Sixtina a las 18:07 ha comunicado a los fieles y al mundo la elección de un nuevo Obispo de Roma, el sucesor de Pedro. Pero, ¿qué momentos trascendentales se vivieron bajo las bóvedas magistralmente pintadas por Miguel Ángel justo antes de este anuncio, y qué acontecimientos se sucedieron hasta la proclamación del nombre del nuevo Papa por el cardenal protodiácono Dominique Mamberti desde el balcón de las bendiciones de la Basílica de San Pedro?

El Solemne Rito de la Aceptación

De acuerdo con lo estipulado en el Ordo Rituum Conclavis y la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, un cardenal presente en la Capilla Sixtina alcanzó la mayoría requerida, validando canónicamente la elección. Acto seguido, el cardenal de mayor rango y antigüedad —o, si él mismo fue el elegido, el siguiente en orden—, en representación de todo el Colegio de Cardenales Electores, se dirigió al electo en latín con la doble pregunta ritual: “¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?” y, tras recibir su afirmativa, “¿Con qué nombre deseas ser llamado?”.

En ese instante, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, actuando como notario y con dos ceremonieros como testigos, procedió a redactar el documento oficial que certifica la aceptación del nuevo Pontífice y el nombre por él escogido.

La Conclusión del Cónclave

La Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis establece que el Cónclave llega a su fin una vez que el nuevo Papa manifiesta su consentimiento a la elección, “a menos que Él disponga otra cosa”. A partir de este momento significativo, pueden ingresar a la Capilla Sixtina el Sustituto de la Secretaría de Estado, el Secretario para las Relaciones con los Estados y cualquier otra persona cuya presencia sea necesaria para tratar asuntos urgentes con el Pontífice electo.

La Fumata Blanca y la “Sala de las Lágrimas”

Una vez concluido el rito de aceptación, todas las papeletas y documentos utilizados durante la votación son incinerados, y la esperada fumata blanca se eleva como señal inequívoca para el mundo de que un nuevo Pontífice ha sido elegido. Mientras la multitud en la Plaza de San Pedro irrumpe en aplausos y la expectación global crece por conocer su identidad, el Papa electo abandona la Capilla Sixtina y se dirige a la sacristía adyacente, conocida tradicionalmente como la “Sala de las Lágrimas”. Allí, con la asistencia del Maestro de las Celebraciones Litúrgicas, reviste una de las tres sotanas papales que han sido preparadas de antemano.

La Primera Ceremonia: Homenaje y el “Te Deum”

Al regresar a la Capilla Sixtina, el nuevo Pontífice toma asiento en la cátedra, dando inicio a una breve pero significativa ceremonia. Esta comienza con un saludo del Cardenal Decano del Orden de los Obispos. Seguidamente, el primero de los cardenales presbíteros proclama un pasaje del Evangelio, que tradicionalmente puede ser: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” o “Apacienta mis ovejas”. A continuación, el Cardenal Protodiácono eleva una oración en favor del recién elegido Sucesor de Pedro.

Posteriormente, todos los cardenales electores presentes, siguiendo su orden de precedencia, se acercan al nuevo Papa para rendirle homenaje y manifestarle su obediencia. Finalmente, la asamblea entona solemnemente el himno del Te Deum, iniciado por el nuevo Pontífice.

La Oración Silenciosa y el Anuncio al Mundo

Mientras estos ritos se desarrollan en el interior del Vaticano, el Cardenal Protodiácono, Dominique Mamberti, se dirige a la Logia de las Bendiciones de la Basílica de San Pedro para anunciar al pueblo la trascendental elección y el nombre del nuevo Papa con la histórica fórmula: “¡Os anuncio una gran alegría: Habemus Papam!”.

Simultáneamente, el Papa electo, en su camino hacia la Logia, realiza una breve parada en la Capilla Paulina, donde se detiene en recogimiento y oración silenciosa ante el Santísimo Sacramento. Acto seguido, continúa su camino hacia el balcón, desde donde dirige su primer saludo al mundo e imparte la solemne bendición apostólica Urbi et Orbi.